En febrero de 2001, Robert Hanssen, agente del FBI que había ocupado puestos de relevancia en esa agencia norteamericana fue declarado culpable de traición contra su país. Durante las dos décadas precedentes, había proporcionado secretos clave de inteligencia a la Unión Soviética.
Cuando una organización pierde el profundo sentido de su misión, sólo hace falta un soplo para que se venga abajo. Pero en las organizaciones, el alma no suele perderse de golpe, como lo demuestra el caso de los Templarios.
Javier Fernández Aguado plantea el debate sobre si un líder nace o se hace, a la vez que presenta el ‘coaching’ como la herramienta que permite que rasgos innatos latentes proporcionen frutos extraordinarios
Gobernar es un reto diario al que se ven sometidas miles de personas. Independientemente del número de subordinados, la responsabilidad es grande, porque estamos hablaando de seres con pensamiento y libertad. Algunas organizaciones equivocan el tiro cuando ponen en el timón a lebreles, en vez de situar a líderes.
En ocasiones, a la hora de hablar de Responsabilidad Social Corporativa, se centra buena parte de la atención en los efectos que tienen los comportamientos de la organización con respecto a terceros. De este modo, se llega a limitar el concepto de sociedad a quienes están en torno a la empresa. Quisiera hoy reflexionar fundamentalmente en otra parte de la sociedad, a saber las personas que trabajan dentro de la propia organización.
La capacidad creadora del amor, la fuerza aniquiladora del narcisismo, el poder destructor de la envidia y el impulso regenerador de la autocrítica son conceptos presentes en el día a día de las organizaciones a través de las conductas de quienes les damos vida. Con ellas nos convertimos en creadores de pequeños mundos de cuya salud, más o menos sana, somos absolutamente responsables.
El concepto joven no está ligado a la edad, sino a la mentalidad.
De ahí que me permita seguir -en una edad en la que algunos han perdido la ingenuidad- con la ilusión de que muchas cosas puedan mejorar. De ahí que año tras año escriba mi carta a los reyes Magos.
Una aplastante mayoría de las más de doscientas organizaciones de cuatro Continentes con las que vengo trabajando de forma más o menos continuada en la última década son merecedoras de alabanza. Únicamente una pequeña proporción -poco más de un 1%- son prototipo de prácticas tan sistemáticas como dañinas.
La necesidad de formar directivos es tan antigua como la humanidad. A lo largo de la historia, algunos pensadores han sido especialmente capaces de ofrecer orientaciones de valía. Uno de los más grandes en este sentido es Erasmo.
Que ganar dinero es el fin último de una empresa está asumido por todos; matizarlo diciendo que más bien es crear riqueza, ya no tanto. Este es el primer error de concepto cuando se habla del buen gobierno de las organizaciones. Si éstas no tienen claro cuál es el objetivo al que se aplican y cómo quieren conseguirlo, posiblemente conseguirán acortar el camino para ganar dinero, saltándose un buen número de reglas técnicas y éticas, aunque su éxito sea tan efímero como mínimo sea su interés por respetar la ética de los negocios
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